El Lamento Mapuche

viernes, 24 de septiembre de 2010

El Lamento Mapuche


Después de logrado el aplacamiento militar de La Araucanía en el siglo XIX –proceso que eufemísticamente denominamos “pacificación”– fueron pocas las acciones efectivas del Estado destinadas a incorporar al pueblo mapuche a nuestra realidad de nación. Mas aún, los obligamos a olvidar su cultura y su lenguaje, los forzamos a seguir nuestros patrones históricos, los dejamos abandonados a su suerte en materia económica y social luego de expropiar sus tierras. El resultado es un pueblo discriminado, empobrecido, falto de oportunidades en el sentido más amplio del concepto y, por lo mismo, con un creciente resentimiento contra la nación chilena. El esfuerzo integrador que llevó a cabo el país durante el siglo XIX, perdió fuerza y efectividad durante el siglo XX: el Estado chileno mantuvo un sistemático olvido de la realidad y necesidades de los pueblos originarios. Contradictoriamente, nos hemos mantenido hablando de nuestro orgullo por esa raza mapuche que se opuso tenazmente al dominio español, y que sembró nuestra historia con episodios emocionantes. Pero del punto de vista práctico, ellos han sido olvidados, segregados, innoblemente reducidos a un papel secundario en nuestra propia historia, inmerecidamente respecto a su milenario pasado.

¿Por qué deberíamos entonces sorprendernos ante protestas que bien o mal llevadas reflejan el descontento ancestral por la ausencia de una política efectiva de integración nacional? Se trata de un problema de Estado frente al cual no cabe la visión política pequeña que trata de acarrear aguas a estrechos molinos ideológicos. Hay que reconocer que el país ha fracasado a lo largo de un siglo para lidiar efectivamente con este problema, y que en estos días de celebración del Bicentenario Chile espera una reacción distinta basada en el humanismo. En efecto, ésta debe ser la base para una nueva doctrina de Estado que permita trasladar el éxito material hacia todos, para producir una efectiva integración nacional y para crear las condiciones de estabilidad social que precisa nuestro futuro.

Fuente: Diario Estrategia