DIFERENCIAS ENTRE LO QUE ES UN MASON
El hombre común dirige su vista para que se le ayude, a un agente externo, como Dios, O alguna autoridad espiritual. Y esto ha estado ocurriendo siglo tras siglo: buscando ayuda del exterior, mediante plegarias, a través del culto, de la obediencia, mediante la adoración de un gurú o de un santo, y siguiéndolos ciega o inteligentemente.
Viendo esto, el masón se da cuenta de que no hay ningún escape y de que ningún agente externo, ningunos dioses, nadie va a venir desde Marte o Venus, en platillos voladores, para salvarnos.
El masón sabe que ninguna religión, ninguna creencia ni dogma, va a purificar la mente y el corazón de manera tan completa que salgáis bellamente, con un extraordinario sentido de compasión y amor.
Así, que lo que el masón hace es negar enteramente, despiadadamente, toda demanda de ayuda a través de un agente externo más allá de él mismo.
El hombre común busca ayuda porque se encuentra en un estado de desdicha, de confusión, de conflicto y quiere ser ayudado, quiere que alguien le diga qué hacer, quiere alguna guía; quiere que alguien le dé la mano en la obscuridad, que lo lleve a la luz.
Por eso el hombre común al encontrar la masonería y convertirse en masón, descubre el potencial que tenía guardado y sin usar, se redescubre asimismo como su propia y única ayuda.
Lo que quiere el hombre común es: un empleo mejor, un coche mejor, una mejor posición.
Lo que quiere el masón es redescubrir qué es el amor y su belleza, su inmensidad. Quiere descubrir lo que es Creación.
El masón se da cuenta y lo cual resulta aterrador para el hombre común, que tenéis que pararte sobre vuestros propios pies por completo. El masón sabe que su única salvación es él mismo.
El masón como hombre libre, un hombre que no está atemorizado, que tiene una mente clara, cuyo corazón es vital, fuerte, enérgico, ese hombre no demanda ayuda.
El hombre común está bloqueado intelectualmente; no se atreve a pensar en forma independiente. El hombre común no niega, a todo dice que sí.
El hombre común es un seguidor, el masón es un líder. Por consiguiente, en el hombre común no hay el descubrimiento, por uno mismo, de la realidad. Porque las religiones los han hecho seguidores, no investigadores, no exploradores, no personas que quieran descubrir.
El hombre común es un repetidor, que va a la iglesia o al templo y vive sólo superficialmente. Así que la religión no tiene efectivamente significado, salvo cuando estáis en situación de temor, de enfermedad, o cuando queréis alguna clase de consuelo.
El masón vive en este mundo vitalmente, fuertemente, con energía, y para hacer eso, tiene que trabajar; debe trabajar internamente, despiadadamente, para despojarse de todas las escorias de la sociedad, de toda la corrupción., de todas las miserias.
Cuando como masón esta convencido de que tenéis que hacer eso, por vosotros mismos, completamente, de que nadie va a ayudaros, disponéis de una tremenda energía., de una gran convicción, de una gran Fe en los poderes creadores del hombre.
Entonces, toda vuestra atención da a eso; entonces tenéis una mente, pensamientos, vivos, activos.
Así pues, el autoconocimiento es producto de la investigación, es operante; no es cuestión de creencia; funciona, opera, si vais tras de ello firmemente, día tras día.
Del autoconocimiento viene el “darse cuenta”; de los pájaros, los árboles, de lo bello, del color, de todo lo que nos rodea. Porque el movimiento externo nos trae el movimiento interno. No se puede cabalgar en lo interno sin comprender el movimiento externo. Ellos son uno; son un proceso unitario, exactamente igual a la marea que va hacia fuera y hacia dentro, y sobre esa marea es necesario cabalgar sin esfuerzo.
Podéis cabalgar sin esfuerzo sobre esa marea cuando observáis y cuando escucháis todas las advertencias del pensamiento y las implicaciones de vuestro ser, cuando simplemente escucháis; todo lo que demanda es que miréis, que escuchéis y que mantengáis ese espacio entre el observador y la cosa observada.
Si conserváis ese espacio completamente vacío, no hay ni el observador ni lo observado; existe sólo un movimiento y partiendo de este autoconocimiento, viene la libertad que nadie, ningún Dios, ningún santo, ninguna sociedad puede daros.
Debéis tener esta libertad, porque de otra manera, las iglesias con su creencia organizada van a dominar, y viviréis mecánicamente, estúpidamente, de modo insignificante.
De esta libertad viene ese estado de mente, en que el cerebro está altamente sensitivo porque ha comprendido todo movimiento del pensamiento, cada ola del sentimiento, porque pensamiento y sentimiento no son dos cosas separadas, es un proceso total. Y de esa comprensión, de esa libertad, la mente surge joven y fresca.
Lo primero que necesitas, pues, a fin de descubrir cualquier verdad profunda, es que tu mente esté libre para inquirir; no aceptar sino descubrir directamente.
Puedo darte una descripción de la verdad, pero ello no será lo mismo que percibir tú la verdad. La mayoría de los libros dan una descripción; todos los libros sagrados describen con palabras lo que es Dios; pero es posible que eso no sea Dios. La palabra “Dios” no es Dios. ¿Lo es, acaso? Para descubrir, pues, nunca debes aceptar, ¿no es cierto? Jamás debes ser influenciado por lo que dicen los libros, los instructores u otras personas. Porque si otros influyen sobre ti, encontrarás lo que ellos quieren que encuentres.
En lo externo, pues, no debes ser influenciado por ningún libro, ningún instructor, ningún guía espiritual; y en tu fuero íntimo debes saber que tu mente puede crear lo que quiera; puede imaginar a Dios de barba, con un solo ojo; puede imaginarlo azul o púrpura. Debes, pues, estar en guardia contra tus propios deseos; porque tus deseos, aquello que tú quieres, tus anhelos, pueden proyectar y crear en tu propia mente las cosas que tú deseas.
El masón se da cuenta y lo cual resulta aterrador para el hombre común, que tenéis que pararte sobre vuestros propios pies por completo. El masón sabe que su única salvación es él mismo. ¿Sabéis lo que eso ocasiona, cuando comprobáis ese hecho? O bien os hundís más todavía en vuestra corrupción, o este mismo hecho os da tremenda energía para traspasar todo.
El masón como hombre libre, un hombre que no está atemorizado, que tiene una mente clara, cuyo corazón es vital, fuerte, enérgico, ese hombre no demanda ayuda.
El hombre común está bloqueado intelectualmente; no se atreve a pensar en forma independiente. El hombre común no niega, a todo dice que sí.
El hombre común es un seguidor, el masón es un líder. Por consiguiente, en el hombre común no hay el descubrimiento, por vos mismo, de la realidad. Porque las religiones os han hecho seguidores, no investigadores, no exploradores, no personas que quieran descubrir.
El hombre común es un repetidor, que va a la iglesia o al templo y vive sólo superficialmente. Así que la religión no tiene efectivamente significado, salvo cuando estáis en situación de temor, de enfermedad, o cuando queréis alguna clase de consuelo.
El masón vive en este mundo vitalmente, fuertemente, con energía, y para hacer eso, tiene que trabajar; debe trabajar internamente, despiadadamente, para despojarse de todas las escorias de la sociedad, de toda la corrupción.
Cuando como masón os convencéis de que tenéis que hacer eso, por vos mismo, completamente, de que nadie va a ayudaros, disponéis de una tremenda energía.
Entonces, toda vuestra atención da a eso; entonces tenéis una mente, un corazón, tremendamente vivos, activos.
Así pues, el autoconocimiento es operante; no es cuestión de creencia; funciona, opera, si vas tras de ello firmemente, día tras día.
Del autoconocimiento viene la perceptividad; es decir, darse cuenta de los pájaros, los árboles, de lo bello, del color, de todo lo que os rodea. Porque el movimiento externo os trae el movimiento interno. No podéis cabalgar en lo interno sin comprender el movimiento externo. Ellos son uno; son un proceso unitario, exactamente igual a la marea que va hacia fuera y hacia dentro, y sobre esa marea debéis cabalgar sin esfuerzo.
Podéis cabalgar sin esfuerzo sobre esa marea cuando observáis y cuando escucháis todas las intimaciones del pensamiento y las implicaciones de vuestro ser, cuando simplemente escucháis; todo lo que demanda es que miréis, que escuchéis y que mantengáis ese espacio entre el observador y la cosa observada.
Si conserváis ese espacio completamente vacío, no hay ni el observador ni lo observado; existe sólo un movimiento y partiendo de este autoconocimiento, viene la libertad que nadie, ningún Dios, ningún santo, ninguna sociedad puede daros.
Debéis tener esta libertad, porque de otra manera, las iglesias con su creencia organizada van a dominar, y viviréis mecánicamente, estúpidamente, de modo insignificante.
De esta libertad viene ese estado de mente, en que el cerebro está altamente sensitivo porque ha comprendido todo movimiento del pensamiento, cada ola del sentimiento, porque pensamiento y sentimiento no son dos cosas separadas, es un proceso total. Y de esa comprensión, de esa libertad, la mente surge joven y fresca. Lo primero que necesitas, pues, a fin de descubrir cualquier verdad profunda, es que tu mente esté libre para inquirir; no aceptar sino descubrir directamente.
Yo puedo darte una descripción de la verdad, pero ello no será lo mismo que percibir tú la verdad. La mayoría de los libros dan una descripción; todos los libros sagrados describen con palabras lo que es Dios; pero es posible que eso no sea Dios. La palabra “Dios” no es Dios. ¿Lo es, acaso? Para descubrir, pues, nunca debes aceptar, ¿no es cierto? Jamás debes ser influenciado por lo que dicen los libros, los instructores u otras personas. Porque si otros influyen sobre ti, encontrarás lo que ellos quieren que encuentres.
Si anhelas a Dios, Dios será según tu anhelo. ¿No es así? Pero eso no será Dios, ¿verdad? Si estás afligido, si deseas consuelo, si sientes que la vida te ha aplastado, si te sientes destruido, si te sientes sentimental y romántico, eventualmente crearás un “dios” que te proporcionará todo eso que anhelas. Pero ello no será Dios. De suerte que tu mente debe ser completamente libre. Sólo entonces puede ella descubrir; no aceptando alguna superstición, o leyendo algún libro sagrado, o siguiendo a algún guía espiritual.
Sólo cuando tienes esa libertad —esa liberación real de toda influencia externa, de tus propios deseos y anhelos— y cuando tu mente está muy clara, resulta posible descubrir qué es Dios.
Creer en la Existencia de un Dios sublimemente superior a todas las cualidades y atributos humanos, un Dios perfecto que trasciende el amor, el odio y los celos, que reposa tranquilamente en el seno de perpetua dicha. Venerar a un Dios digno por sí mismo de ser amado, sin propósito de agradarle ni temor de disgustarle.
El masón no concibe un Dios con los mismos atributos y cualidades de los hombres; un Dios que siente odio y cólera como lo pintan algunas religiones.
El Gran Arquitecto del Universo que concibe la Masonería es una representación mental, que reconoce la existencia de una potencia superior, denominada generalmente Dios y es una creencia basada en la razón, pero que rechaza toda revelación y por tanto, todo dogma, pero que observa la religión natural. En una palabra, la masonería cree en una entidad superior incognoscible e indefinible.
Por eso, el masón admite que su razón puede concebir la existencia de una potencia supra humana, de un Absoluto, de un Principio, rechazando el analizar las características que escapan a las facultades humanas; en una palabra, a definir esta entidad, mientras que el hombre común se considera capaz de estudiarlo y de dogmatizar.
Así, El masón cree en Dios, pero se encuentra fuertemente insatisfecho o no concuerda con todos los postulados de las religiones; y se plantea constantemente sus principales afirmaciones.
Por ello se considera que el Masón:
Cree en Dios, pero no acepta los credos de ninguna religión particular.
Cree que la palabra de Dios es el Universo y la naturaleza, pero no cree que este representada en libros o escritos considerados sagrados.
Usa la razón para reflexionar acerca de cómo puede ser Dios, en lugar de aceptar que le adoctrinen sobre Él.
Prefiere guiar sus opciones éticas a través de su conciencia y reflexión racional, en lugar de adecuarlo a lo dictado de libros sagrados o autoridades religiosas.
Disfruta de la libertad de buscar la espiritualidad por sí mismo, y sus creencias religiosas no se han formado por la tradición o la autoridad religiosa.
Prefiere considerarse racional o espiritual antes que religioso.
Cree que Dios puede sentirse y/o encontrarse con la misma facilidad fuera que dentro de un templo o construcción religiosa.
Cree que hay creencias básicas religiosas que son muy racionales tras eliminar lo que pueda haber de superstición.
Cree que las ideas religiosas deben reconciliarse y/o adaptarse, y no contradecir a la ciencia.
Cree que la religión y el Estado deben estar separados.
La masonería poseedora de un ancestral conocimiento sabe y sostiene que sería vano e inútil el tratar de convencerte a que Dioses debes adorar, que oraciones pronunciar, que creencia sustentar, porque la masonería sabe que la Verdad es Una.
El hombre libre, el hombre que conquista, el masón, se sostiene en la perfección de la vida, no necesita un mediador porque es un evolucionado, no necesita creencias dogmáticas porqué sabe que éstas solo actúan como estímulos para el hombre común.
El hombre común desea que la salvación venga de fuera, que la ayuda sea externa; esa mentalidad no es la del francmasón, el masón sabe que la salvación y la ayuda solo se encuentra en un solo lugar: Él mismo.
La institución masónica busca formar hombres fuertes y no impotentes, por eso la masonería es acérrima enemiga de la superstición, porque el hombre que comprende, el hombre pensante, se esfuerza por solo una cosa esencial: cambiar su aspecto, transmutándose en una piedra cúbica útil a la Gran Obra.
El masón busca lo eterno, no lo transitorio; por eso la masonería no necesita, ni se apoyará nunca en las religiones, porque sabe que son efímeras, todas tienen o tendrán un medio día y una media noche.
El hombre común es débil y se esfuerza en fortalecer su debilidad, construye muchos templos, pero nunca construye el templo principal. YO SOY.
Viendo esto, el masón se da cuenta de que no hay ningún escape y de que ningún agente externo, ningunos dioses, nadie va a venir desde Marte o Venus, en platillos voladores, para salvarnos.
El masón sabe que ninguna religión, ninguna creencia ni dogma, va a purificar la mente y el corazón de manera tan completa que salgáis bellamente, con un extraordinario sentido de compasión y amor.
Así, que lo que el masón hace es negar enteramente, despiadadamente, toda demanda de ayuda a través de un agente externo más allá de él mismo.
El hombre común busca ayuda porque se encuentra en un estado de desdicha, de confusión, de conflicto y quiere ser ayudado, quiere que alguien le diga qué hacer, quiere alguna guía; quiere que alguien le dé la mano en la obscuridad, que lo lleve a la luz.
Por eso el hombre común al encontrar la masonería y convertirse en masón, descubre el potencial que tenía guardado y sin usar, se redescubre asimismo como su propia y única ayuda.
Lo que quiere el hombre común es: un empleo mejor, un coche mejor, una mejor posición.
Lo que quiere el masón es redescubrir qué es el amor y su belleza, su inmensidad. Quiere descubrir lo que es Creación.
El masón se da cuenta y lo cual resulta aterrador para el hombre común, que tenéis que pararte sobre vuestros propios pies por completo. El masón sabe que su única salvación es él mismo.
El masón como hombre libre, un hombre que no está atemorizado, que tiene una mente clara, cuyo corazón es vital, fuerte, enérgico, ese hombre no demanda ayuda.
El hombre común está bloqueado intelectualmente; no se atreve a pensar en forma independiente. El hombre común no niega, a todo dice que sí.
El hombre común es un seguidor, el masón es un líder. Por consiguiente, en el hombre común no hay el descubrimiento, por uno mismo, de la realidad. Porque las religiones los han hecho seguidores, no investigadores, no exploradores, no personas que quieran descubrir.
El hombre común es un repetidor, que va a la iglesia o al templo y vive sólo superficialmente. Así que la religión no tiene efectivamente significado, salvo cuando estáis en situación de temor, de enfermedad, o cuando queréis alguna clase de consuelo.
El masón vive en este mundo vitalmente, fuertemente, con energía, y para hacer eso, tiene que trabajar; debe trabajar internamente, despiadadamente, para despojarse de todas las escorias de la sociedad, de toda la corrupción., de todas las miserias.
Cuando como masón esta convencido de que tenéis que hacer eso, por vosotros mismos, completamente, de que nadie va a ayudaros, disponéis de una tremenda energía., de una gran convicción, de una gran Fe en los poderes creadores del hombre.
Entonces, toda vuestra atención da a eso; entonces tenéis una mente, pensamientos, vivos, activos.
Así pues, el autoconocimiento es producto de la investigación, es operante; no es cuestión de creencia; funciona, opera, si vais tras de ello firmemente, día tras día.
Del autoconocimiento viene el “darse cuenta”; de los pájaros, los árboles, de lo bello, del color, de todo lo que nos rodea. Porque el movimiento externo nos trae el movimiento interno. No se puede cabalgar en lo interno sin comprender el movimiento externo. Ellos son uno; son un proceso unitario, exactamente igual a la marea que va hacia fuera y hacia dentro, y sobre esa marea es necesario cabalgar sin esfuerzo.
Podéis cabalgar sin esfuerzo sobre esa marea cuando observáis y cuando escucháis todas las advertencias del pensamiento y las implicaciones de vuestro ser, cuando simplemente escucháis; todo lo que demanda es que miréis, que escuchéis y que mantengáis ese espacio entre el observador y la cosa observada.
Si conserváis ese espacio completamente vacío, no hay ni el observador ni lo observado; existe sólo un movimiento y partiendo de este autoconocimiento, viene la libertad que nadie, ningún Dios, ningún santo, ninguna sociedad puede daros.
Debéis tener esta libertad, porque de otra manera, las iglesias con su creencia organizada van a dominar, y viviréis mecánicamente, estúpidamente, de modo insignificante.
De esta libertad viene ese estado de mente, en que el cerebro está altamente sensitivo porque ha comprendido todo movimiento del pensamiento, cada ola del sentimiento, porque pensamiento y sentimiento no son dos cosas separadas, es un proceso total. Y de esa comprensión, de esa libertad, la mente surge joven y fresca.
Lo primero que necesitas, pues, a fin de descubrir cualquier verdad profunda, es que tu mente esté libre para inquirir; no aceptar sino descubrir directamente.
Puedo darte una descripción de la verdad, pero ello no será lo mismo que percibir tú la verdad. La mayoría de los libros dan una descripción; todos los libros sagrados describen con palabras lo que es Dios; pero es posible que eso no sea Dios. La palabra “Dios” no es Dios. ¿Lo es, acaso? Para descubrir, pues, nunca debes aceptar, ¿no es cierto? Jamás debes ser influenciado por lo que dicen los libros, los instructores u otras personas. Porque si otros influyen sobre ti, encontrarás lo que ellos quieren que encuentres.
En lo externo, pues, no debes ser influenciado por ningún libro, ningún instructor, ningún guía espiritual; y en tu fuero íntimo debes saber que tu mente puede crear lo que quiera; puede imaginar a Dios de barba, con un solo ojo; puede imaginarlo azul o púrpura. Debes, pues, estar en guardia contra tus propios deseos; porque tus deseos, aquello que tú quieres, tus anhelos, pueden proyectar y crear en tu propia mente las cosas que tú deseas.
El masón se da cuenta y lo cual resulta aterrador para el hombre común, que tenéis que pararte sobre vuestros propios pies por completo. El masón sabe que su única salvación es él mismo. ¿Sabéis lo que eso ocasiona, cuando comprobáis ese hecho? O bien os hundís más todavía en vuestra corrupción, o este mismo hecho os da tremenda energía para traspasar todo.
El masón como hombre libre, un hombre que no está atemorizado, que tiene una mente clara, cuyo corazón es vital, fuerte, enérgico, ese hombre no demanda ayuda.
El hombre común está bloqueado intelectualmente; no se atreve a pensar en forma independiente. El hombre común no niega, a todo dice que sí.
El hombre común es un seguidor, el masón es un líder. Por consiguiente, en el hombre común no hay el descubrimiento, por vos mismo, de la realidad. Porque las religiones os han hecho seguidores, no investigadores, no exploradores, no personas que quieran descubrir.
El hombre común es un repetidor, que va a la iglesia o al templo y vive sólo superficialmente. Así que la religión no tiene efectivamente significado, salvo cuando estáis en situación de temor, de enfermedad, o cuando queréis alguna clase de consuelo.
El masón vive en este mundo vitalmente, fuertemente, con energía, y para hacer eso, tiene que trabajar; debe trabajar internamente, despiadadamente, para despojarse de todas las escorias de la sociedad, de toda la corrupción.
Cuando como masón os convencéis de que tenéis que hacer eso, por vos mismo, completamente, de que nadie va a ayudaros, disponéis de una tremenda energía.
Entonces, toda vuestra atención da a eso; entonces tenéis una mente, un corazón, tremendamente vivos, activos.
Así pues, el autoconocimiento es operante; no es cuestión de creencia; funciona, opera, si vas tras de ello firmemente, día tras día.
Del autoconocimiento viene la perceptividad; es decir, darse cuenta de los pájaros, los árboles, de lo bello, del color, de todo lo que os rodea. Porque el movimiento externo os trae el movimiento interno. No podéis cabalgar en lo interno sin comprender el movimiento externo. Ellos son uno; son un proceso unitario, exactamente igual a la marea que va hacia fuera y hacia dentro, y sobre esa marea debéis cabalgar sin esfuerzo.
Podéis cabalgar sin esfuerzo sobre esa marea cuando observáis y cuando escucháis todas las intimaciones del pensamiento y las implicaciones de vuestro ser, cuando simplemente escucháis; todo lo que demanda es que miréis, que escuchéis y que mantengáis ese espacio entre el observador y la cosa observada.
Si conserváis ese espacio completamente vacío, no hay ni el observador ni lo observado; existe sólo un movimiento y partiendo de este autoconocimiento, viene la libertad que nadie, ningún Dios, ningún santo, ninguna sociedad puede daros.
Debéis tener esta libertad, porque de otra manera, las iglesias con su creencia organizada van a dominar, y viviréis mecánicamente, estúpidamente, de modo insignificante.
De esta libertad viene ese estado de mente, en que el cerebro está altamente sensitivo porque ha comprendido todo movimiento del pensamiento, cada ola del sentimiento, porque pensamiento y sentimiento no son dos cosas separadas, es un proceso total. Y de esa comprensión, de esa libertad, la mente surge joven y fresca. Lo primero que necesitas, pues, a fin de descubrir cualquier verdad profunda, es que tu mente esté libre para inquirir; no aceptar sino descubrir directamente.
Yo puedo darte una descripción de la verdad, pero ello no será lo mismo que percibir tú la verdad. La mayoría de los libros dan una descripción; todos los libros sagrados describen con palabras lo que es Dios; pero es posible que eso no sea Dios. La palabra “Dios” no es Dios. ¿Lo es, acaso? Para descubrir, pues, nunca debes aceptar, ¿no es cierto? Jamás debes ser influenciado por lo que dicen los libros, los instructores u otras personas. Porque si otros influyen sobre ti, encontrarás lo que ellos quieren que encuentres.
Si anhelas a Dios, Dios será según tu anhelo. ¿No es así? Pero eso no será Dios, ¿verdad? Si estás afligido, si deseas consuelo, si sientes que la vida te ha aplastado, si te sientes destruido, si te sientes sentimental y romántico, eventualmente crearás un “dios” que te proporcionará todo eso que anhelas. Pero ello no será Dios. De suerte que tu mente debe ser completamente libre. Sólo entonces puede ella descubrir; no aceptando alguna superstición, o leyendo algún libro sagrado, o siguiendo a algún guía espiritual.
Sólo cuando tienes esa libertad —esa liberación real de toda influencia externa, de tus propios deseos y anhelos— y cuando tu mente está muy clara, resulta posible descubrir qué es Dios.
Creer en la Existencia de un Dios sublimemente superior a todas las cualidades y atributos humanos, un Dios perfecto que trasciende el amor, el odio y los celos, que reposa tranquilamente en el seno de perpetua dicha. Venerar a un Dios digno por sí mismo de ser amado, sin propósito de agradarle ni temor de disgustarle.
El masón no concibe un Dios con los mismos atributos y cualidades de los hombres; un Dios que siente odio y cólera como lo pintan algunas religiones.
El Gran Arquitecto del Universo que concibe la Masonería es una representación mental, que reconoce la existencia de una potencia superior, denominada generalmente Dios y es una creencia basada en la razón, pero que rechaza toda revelación y por tanto, todo dogma, pero que observa la religión natural. En una palabra, la masonería cree en una entidad superior incognoscible e indefinible.
Por eso, el masón admite que su razón puede concebir la existencia de una potencia supra humana, de un Absoluto, de un Principio, rechazando el analizar las características que escapan a las facultades humanas; en una palabra, a definir esta entidad, mientras que el hombre común se considera capaz de estudiarlo y de dogmatizar.
Así, El masón cree en Dios, pero se encuentra fuertemente insatisfecho o no concuerda con todos los postulados de las religiones; y se plantea constantemente sus principales afirmaciones.
Por ello se considera que el Masón:
Cree en Dios, pero no acepta los credos de ninguna religión particular.
Cree que la palabra de Dios es el Universo y la naturaleza, pero no cree que este representada en libros o escritos considerados sagrados.
Usa la razón para reflexionar acerca de cómo puede ser Dios, en lugar de aceptar que le adoctrinen sobre Él.
Prefiere guiar sus opciones éticas a través de su conciencia y reflexión racional, en lugar de adecuarlo a lo dictado de libros sagrados o autoridades religiosas.
Disfruta de la libertad de buscar la espiritualidad por sí mismo, y sus creencias religiosas no se han formado por la tradición o la autoridad religiosa.
Prefiere considerarse racional o espiritual antes que religioso.
Cree que Dios puede sentirse y/o encontrarse con la misma facilidad fuera que dentro de un templo o construcción religiosa.
Cree que hay creencias básicas religiosas que son muy racionales tras eliminar lo que pueda haber de superstición.
Cree que las ideas religiosas deben reconciliarse y/o adaptarse, y no contradecir a la ciencia.
Cree que la religión y el Estado deben estar separados.
La masonería poseedora de un ancestral conocimiento sabe y sostiene que sería vano e inútil el tratar de convencerte a que Dioses debes adorar, que oraciones pronunciar, que creencia sustentar, porque la masonería sabe que la Verdad es Una.
El hombre libre, el hombre que conquista, el masón, se sostiene en la perfección de la vida, no necesita un mediador porque es un evolucionado, no necesita creencias dogmáticas porqué sabe que éstas solo actúan como estímulos para el hombre común.
El hombre común desea que la salvación venga de fuera, que la ayuda sea externa; esa mentalidad no es la del francmasón, el masón sabe que la salvación y la ayuda solo se encuentra en un solo lugar: Él mismo.
La institución masónica busca formar hombres fuertes y no impotentes, por eso la masonería es acérrima enemiga de la superstición, porque el hombre que comprende, el hombre pensante, se esfuerza por solo una cosa esencial: cambiar su aspecto, transmutándose en una piedra cúbica útil a la Gran Obra.
El masón busca lo eterno, no lo transitorio; por eso la masonería no necesita, ni se apoyará nunca en las religiones, porque sabe que son efímeras, todas tienen o tendrán un medio día y una media noche.
El hombre común es débil y se esfuerza en fortalecer su debilidad, construye muchos templos, pero nunca construye el templo principal. YO SOY.
Cortesia del Hermano Reynaldo Urdaneta Saavedra (PM:.M:.M:.), de la Resp.'. Logia RESTAURADORES DEL HONOR 184, del Oriente de San Cristobal , Estado Tachira / Venezuela, jurisdiccionada a la Gran Logia República de Venezuela con sede Jesuitas a Maturin Nª 5 (declarado Monumento Histórico Nacional).