Primera Plancha de Arquitectura del Hermano Sergio Rafael A.:M.: de La Habana
A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.
Venerable Maestro, Primer Vigilante, Segundo Vigilante, Queridos Hermanos:
El intercambio de criterios que sostuve con algunos hermanos la pasada semana me hizo pensar, elemento al que se invita sólidamente en la Cámara de Reflexiones. Este ejercicio de pensamiento orbitaba alrededor de mi no conformidad con un criterio asumido como positivo en cuanto a la estética para un masón. Este se sostiene en el prejuicio hacia el uso de determinados aditamentos y objetos como aretes y piercings o determinadas formas de vestir. Estos patrones se sostienen en la concepción de “correcto” y “no correcto” generado por determinada cultura y época, que suele no tener en cuenta las riquezas de creatividad intelectual, cultural, estética y filosófica, tendiendo ha estandarizar el mayor nivel de agrupación de los hombres: la sociedad.
No me parece que exista una estética correcta, sino circunstancias para cumplir con un patrón estético determinado. Entonces es aquí donde justifico, entiendo y apoyo la decisión de cualquier Logia y de la Masonería en general de tener estándares acordados, con fundamento en alguna tradición, puesto que la uniformidad es propicia para el orden y este es en extremo necesario para realizar los trabajos masónicos. Tengo como idea que así como la Masonería labora generalmente en las logias, el masón más responsablemente lo ha de hacer en el mundo profano, y limitarlo dificultaría su compromiso, entiéndase no como trabajo material en si, sino trabajo como hombre de bien, que es en resultado el que acrecentará la reputación de la Orden.
Mi madre a manera de jarana al ver que asistía a la Logia sin ninguno de mis aretes y con mis tatuajes cubiertos y en pantalón y camisa comentó que tenia doble moral por este hecho, lo cual corregí apuntando que tengo una sola moral y dos proyecciones estéticas, ni si quiera tengo dos maneras de ser, pues en ambos momentos soy el mismo. Esta moral es la que proclamé en la triangular en cuanto a mis deberes para con Dios, los semejantes y la Orden. Por el hecho de asumir dos estéticas desiguales no tengo ninguna incomodidad ni problema que no sea de orden práctico superable, entiéndase el tiempo que empleo para variarlas, nada más. La imagen habla, o decimos que habla de algo o alguien porque esta asociada a esteriotipos y patrones que se relacionan con mecanismos de aceptación preestablecidos. Pero suponer que esto es acertado es como pensar que porque se ha leído el Génesis se conoce la Biblia con toda propiedad.
Considero que no se debe imponer, fuera de Logia o trabajos masónicos, a ningún hermano, la estética que debe asumir, siempre que la que adopte no sea irrespetuosa. No existe indignidad en ninguna variante de la misma, es y será digna si así su procedencia lo avala. Yo estoy plenamente conciente de que mis usos estéticos son decorosos porque así lo es el trabajo de mis padres del cual estos proceden, y luego el mío cuando exista la ocasión de realizarlo.
Cuando hago el análisis no me refiero a que la Logia me haya solicitado nada en este sentido, pero si esta concebido así en la mente de algunos hermanos y profanos que lo tiene como irrefutable. Si debiese en algún momento variar mi manera de parecer pues que sea, con plena justeza, mi paso por la vida quien lo determine. Si hubiese de cambiar mi manera de ser en esta eterna y edificante fase de Aprendiz Masón pues abierto esta mi corazón y entendimiento si se determina que en algo estoy errado. Parecer y ser uno mismo requiere decisión y constancia. No tiene sentido alguno que se cambie de manera impuesta y no sincera.
No solo los hermanos masones, sino todos los seres humanos deberían temer al prejuicio, porque como sostuviese el Venerable e Ilustre Hermano José Martí, “… todo prejuicio esta cerca casi siempre de lo injusto”. Está cerca de lo injusto en tanto este carezca de fundamento amparado por la Razón, que a su vez tiene asiento en la Moral Universal a la que se le rinde culto a través de la investigación y descubrimiento de la verdad científica inspirados en el amor a la Humanidad, tal cual reza el catecismo de mi grado. No se cumple esto a cabalidad si se carece de argumentos reales y los argumentos serán los que demuestren que el que esta siendo juzgado esta sumido en la ignorancia, la hipocresía y la ambición.
No es precisamente la imagen la que logra demostrar esto, aunque se la pueda utilizar en alguna ocasión como sustento para elaborar un juicio. Si realmente esta y no la práctica humana fuese la que definiera la condición real sobre un individuo, veríamos incapaces de generar criterio alguno, a los hombres que han sido privados eternamente del “más precioso de los sentidos”. Tal como se aprecia en una de nuestras tres Grandes Luces, la Biblia, “…con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir.” Esta sentencia nos previene de separarnos de la senda de lo verdaderamente justo y nos permite cerrar los ojos sin remordimiento alguno si realmente somos consecuentes. Así ha sido, así es y así será. El Bien no se sustenta en nuestro criterio, pues este viene dado, mas si son nuestras acciones las que lo materializan a través de lo que sentimos y hacemos. El artífice de las palabras en las que se abre la Biblia en nuestros trabajos sentencia incuestionablemente: “La Luz esta hecha para el justo y el Amor para los rectos de corazón.”
Aunque los ejemplos ilustran pero no explican, mi razonamiento se ve amparado cuando hago referencia certera a que no hubo ni habrá sustento en excluir de la práctica masónica a los hermanos de raza negra, amparados sus segregadores en la inconveniencia del color cuando este es un elemento sin importancia con patrones únicamente visuales y biológicos, no morales. O bien cuando supongo, respaldado por las formas de pensar de una época, que los Venerables e Ilustres Hermanos James Anderson, Jean Theophile Desaguliers y Albert Pike, de haber vivido estos en el período de irrestrictos dictámenes sobre la imagen en el siglo XX, poseyendo las extensas cabelleras que en vida lucieron, hubiesen encontrado freno para su labor aun cuando su grandeza los rescatase de la injusticia. La vida no cesa de demostrar los errores de criterios de valor, pues humanos somos, ya que nuestra Augusta y Respetable Orden ha acogido en su seno a hombres de reprochable valía humana y masónica, pero de quizás envidiable apariencia visual y supuesto buen comportamiento al momento de su intento por recibir la Luz, pero que evidentemente no obtuvieron. Como ejemplo perfecto utilizo a quienes me resisto a presentar de manera fraterna: Anastasio Somoza y Gerardo Machado, ambos dictadores. Mas esto no impone a la Fraternidad la más mínima mancha, pues justos son sus principios y acertados son los marcos en los que fue fundada y que la engrandecen y eternizan en tanto la misión de perfeccionar al hombre no acabe.
He aquí mi criterio, uno de los tantos que pueden existir, como diferentes son los colores con los que puede decorar el suelo una Logia. Yo respeto el de mis hermanos, mas no lo comparto. Esperar que en este tipo de cosas todos coincidamos seria restarle riqueza a la vida. Es como pedir que necesariamente mi abuelo y mi bisabuelo, Maestros Masones ambos ya en el Oriente Eterno, compartieran conmigo este razonamiento, puesto que se formaron en una realidad diferente, pero con principios iguales a los que resguardo y me fueron transmitidos de manera natural en la familia. Aun así, como el V:.H:. Martí, a quien siempre emplearé para que argumente mis trabajos, de manera tajante escribió: “El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es en mí fanatismo: si muero, o me matan, será por eso”.
Para finalizar quisiera decir que ningún Hermano habrá de sorprenderse si nos cruzamos algún día y me ve de la manera como algunos otros hermanos ya lo han hecho, pues yo he sabido afrontar miradas de interrogación, desprecio o duda, que no me debilitan, ni me son indiferentes, que vendría a ser peor, pues la indiferencia es la invitación a no actuar. Yo me serviré de deshacer con mi faena el juicio creado, como antes siendo profano, lo hice. No he de mencionar hechos pues como he aprendido: la caridad se hace en silencio. El Hermano que me irreconozca como tal no me decepcionará más de lo que lo hicieron en mi vida profana en contadas ocasiones hermanos que vi no ceder un asiento a una mujer en una guagua, por ilustrar vagamente. Esa si es una imagen que puede deformar la percepción sobre la Masonería. En cambio si los invitaré a la profundización en el sentido real de la Institución que nos honra por permitirnos integrarla. Vengo a la Masonería, escuela de hombres de libres, para con mi labor engrandecerla. Este es casi exactamente mi testamento, no porque lo memorizara, sino porque lo siento. Mis deberes para con mis hermanos no varían aun cuando nuestros criterios si lo hagan.
Léase, estúdiese y entiéndase sobre los altísimos propósitos de nuestra Hermandad. Compréndase que la Libertad se haya opuesta totalmente a la coacción de juicios. Quien imponga criterios habrá trastocado y malentendido el designio de la Regla, el Mazo y el Cincel y estará cimentando de esta manera el edificio de la tiranía que puede acabar como la leyenda del Bautista.
Concluyo como en el momento de mi nacimiento masónico, con la disposición de que corten mi cuello antes que revelar algo concerniente solo a la Fraternidad, con el designio de abrazar y hacer míos todos y cada uno de los postulados masónicos y con el interés creciente hacer un uso digno de la Luz:
Respetuosa, firme y masónicamente
A:.M:. Sergio Rafael Vidal Aguila
AMOR FRATERNAL, SOCORRO Y VERDAD