POEMA DE UN MASÓN | MI RELIGIÓN

domingo, 25 de diciembre de 2016

POEMA DE UN MASÓN | MI RELIGIÓN


Entre a la iglesia: espiral de humo
Que despedía el oloroso incienso,
La mística expresión de las imágenes,
Del sacerdote el reposado asentó,
Los imponentes cánticos sagrados 
Y de los fieles el ferviente rezo
Lograron despertar mi alma dormida
Y conmover mi espíritu un momento.



Luego observe la cúpula gigante,
Las naves majestuosas en el centro, 
Las altas columnatas, las volutas,
Archivolutas, cladas y arabescos;
Los cincelados cálices de oro,
Los altares de mármol y azulejos,
Y ante aquel deslumbrante panorama, 
Deje callado y pensativo el templo.


Salí a la calle; multitud de seres
De miserable y repugnante aspecto,
La piedad de los seres imploraban
Con frases y congojas lastimeros. 

Al ver sus vestiduras haraposas,
Ojos tristes y rostros macilentos,
Sentí frió en el alma y negras dudas
Surgieron al instante en mi cerebro.
¡Como! –pensé-. ¡Tanta miseria en torno 
y tanto lujo, tal riqueza adentro...
¿ Esta es la Religión de Jesucristo,
aquel divino y sin igual Maestro?

Abrí la historia. En sus brillantes páginas
Quise a mis dudas encontrar remedio, 
Mi razón ilustra, buscar ansioso,
La Religión al culto verdadero. 

Mas, ¡ah!, al ver las numerosas guerras
Producto de fanáticos empeños,
La expulsión de los moros y judíos, 
La horrible Abjuración de Galileo
El suplicio de Bruno y las matanzas
De los fieles sectarios de Lutero,
La vista con horror quite del libro,
Y ya no pude mas seguir leyendo... 

¡No, no es así como hasta Dios se llega!
¡No, No es así como se gana el cielo!

Leí el Corán de sexualismo impuro,
Su ciega fe, su fanatismo necio,
Mi desdén solamente merecieron. 

Compadecí al Muslim sensual y rudo,
Y en los Vedas busque culto mas serio,
Tampoco allí logre saciar mis ansias,
Mi corazón de la verdad sediento.


¿Que culto es ese que el Brahmán adora 
y al Sudra trata como esclavo abyecto?
De Vishnú las victorias celebradas,
Por dulce bardo de hermosos versos,
De Sacamuni la moral sublime
Y de Manu los rígidos preceptos, 
Si pueden alabar la fantasía,
No aspiran religiosos sentimientos.

Vi el Zenda-Vesta, su moral augusta
Consuelo dulce infiltro en mi pecho,
Pero ni Ormuz me pareció adorable, 
Ni Arimaz hallar pude consuelo.

Y así las horas sin cesar pasaron,
Así volaba sin cesar el tiempo;
Siempre la duda en mi interior sombrío
Siempre en mis labios el desdén eterno, 
Pues ni la ciencia del sapiente Fosio,
Ni la reforma del audaz Lutero,
Ni las doctrinas de Calvino y Zuinglio
Lograron despertar mi sentimiento.

¿ Cómo se adora a Dios? Me preguntaba 
y encontré la respuesta en el silencio.

Estudie, medite pero una noche
Al pórtico llegue a un nuevo templo, 
Erigido: "A la Gloria del Grandioso
Artífice Creador del Universo"

Dos hermosas columnas se levantan
Por encima del mosaico pavimento,
Y sobre las paredes encendidas
Como rico dosel se alzaba el cielo,
Brillaba a la derecha el sol naciente.
La luna hacía la izquierda iba surgiendo
Y entre nubes de nácar se veía
De mil estrellas los fulgores bellos.

Tres estatuas de pie simbolizaban 
La Fuerza, la Belleza y el Talento;
un reducido Altar de pobre aspecto,
Sobre el altar un libro, y sobre el libro
Un compás y una escuadra sobre puestos:
En nutridas hileras, apilados 
a un lado y otro multitud de obreros,
Hermanos se llamaban en el nombre
Del Supremo Hacedor del Universo.

Y lo que mas impresionó mi alma
Fue ver al blando y al mongol y al negro, 
Junto allí, sin distinción alguna,
Sin mas blasón que el de sus propios méritos.

¿A quien se adora aquí? Pregunte ansioso.
Y una voz me respondió desde adentro:
"Aquí se adora a la Virtud. El vicio
proscrito esta de nuestro augusto Templo.
Aquí se enseña al ignorante humilde
y al ambicioso se le humilla presto.

Aquí a los pobres se socorre al punto, 
Aquí a los tristes se les da consuelo,
Y espadas mil a defender se prestan,
La Razón, la Justicia y el Derecho.

La Religión aquí no es fuerte valla,
La política aquí no es duro freno, 
Vamos a Dios por la razón augusta
Y hacia la libertad por el ejemplo"

Calló la voz, un resplandor sublime
La sombras disipo de mi cerebro:
Y di gracias a Dios que al fin hallaba, 
Mi religión, el culto verdadero

Autor desconocido